Vídeo que se proyectó recordando a Víctor Vélez en el acto de encuentro Servas en Sevilla
PALABRAS PARA VÍCTOR
Por Juan-Carlos Arias, Detective y Escritor www.adaspain.com
Es difícil, y triste, para un amigo escribir sobre otro ausente de la vida. Para romper el hielo textual que embarga a cualquiera, ayuda parte de un proverbial poema, Palabras para Julia, de José Agustín Goytisolo. Lo versionó Rafael Alberti y musicó, cantándolo, el genial Paco Ibáñez:
‘…La vida es bella ya verás,
como a pesar de los pesares,
tendrás amigos, tendrás amor,
tendrás amigos…
Un hombre solo, una mujer,
así tomados de uno en uno,
son como polvo, no son nada,
no son nada…
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti, pensando en ti,
como ahora pienso…’
Ya escribía en un artículo en ELCORREOWEB del pasado 5 de octubre 2021 https://elcorreoweb.es/sevilla/victor-velez-el-viajero-de-la-vida-BB7506524 que Víctor Vélez Bermejo (1942-2021) fue un Viajero de la Vida. Su existencia la navegó, saboreándola minuto a minuto, hasta que la salud dejó de acompañarle. Me consta que plantó cara al cáncer y lo superó. Otro rejonazo de dicho mal le quitó la vida, no sus ganas de disfrutarla.
¡Qué gran verdad!: Las amistades y la pareja son lo único que elegimos los humanos en nuestra corta vida. Ni padres, hermanos, primos, vecinos, jefes o compañeros son parte de nuestra libertad. Vaya, hasta tenemos que soportar a cuñados/as, yernos o nueras que no elegimos. Estos o bien hacen méritos para caer bien en familia ajena. O bien eran idiotas, antes de conocerlos. Perdonen, pero soy de los que van al grano; sin rodeos.
Cuando recordamos a los amigos que no están, nos queda cierto remilgo del luto en su sentido más profundo. O bien porque no le dedicamos suficiente tiempo, no le devolvimos llamadas o faltamos a sus citas. En suma, que no estuvimos más cerca de la amistad elegida y correspondida.
Recuerdo algo definitorio sobre la amistad que me confiaron: ‘los amigos son los que están ahí, a los que no tienes que llamar, los que te preguntan por tus problemas. Los que te visitarán siempre en el hospital, o en la cárcel..’. Mi fallecida madre añadía, vehemente y resuelta: ‘yo seré la única que, si te encarcelan, clamaré por tu inocencia aunque seas el malo de la historia’. Los buenos amigos también obran como las madres con sus hijos, defienden a veces lo indefendible.
Pero Víctor era de otra pasta. Siempre que estaba cerca de él me atrapaba su aura, su buena onda. Es decir, su buen rollito si se admite tal coloquialismo. Éramos de distintas generaciones. Nos conectaba, no obstante, lo que compartíamos. Debatíamos sin acritud. Me reprochaba, incluso, cosas que eran producto de la osadía personal. Eso sí, con tono didáctico, cuasi paternal. Para eso también están los amigos. Para enriquecer los prismas personales. O no pecar de egoísmo y soberbia.
Servas on the way
Estamos aquí congregados porque el alma de Víctor pulula entre quienes tuvimos la fortuna conocerle. Esa suerte también es compartida. Los tiempos actuales nos reiteran en el camino de la vida a demasiados mediocres, a curtidos en la palabrería más vacua y a personas tóxicas que difícilmente logramos alejarlas. Víctor era distinto. Ejercía ante el conflicto, la mejor solución. Ante posturas encontradas, el consenso. Ante las batallas personales, la paz. Su carisma hacía el resto.
Estamos aquí, en una corrala macarena. Nos citamos en esa Sevilla profunda donde se compartían baños, lavaderos, tendederos, música, baile y la vida comunitaria que comparte igualdad. Intento humildemente retornar a Víctor lo que nos regaló. Agradecer, primero, a Pablo Vera de Cabo su hospitalidad corralera, en el mejor sentido del espacio común. Y a Nati Ramírez que prenda la batuta andaluza de Servas que cedió hace años Víctor. Le impulsará el brío que aportó para navegar nuestras vidas por el mundo. Aquí ratificamos que ‘servir’ no es una mera traducción del esperanto para Servas, la que lucha la paz mundial desde 1949.
Los que aún no saben lo que es Servas, por favor, no pongan caras raritas. Sobre todo, cuando les dijeron que alojamos a extraños sin conocerlos a priori; y encima le confiamos la llave del hogar. Este es un movimiento de guías locales, viajeros y anfitriones que intercambian viajes, hospitalidad y experiencias. Así, conociéndonos mejor evitamos conflictos entre culturas, ideas, religiones… Esa es la semilla de los peacebuilders que fundaron Servas tras la Segunda Guerra mundial (1941-1945), para evitar una Tercera conflagración planetaria.
Servas fue ese mágico palabro que me condujo a conocer a Víctor. Hoy oficio aquí como pionero andaluz de la organización. A mis 17 años –en 1977- y cursando 2º de 1º de Derecho, me uní a un grupo de loquitos que viajaban por el mundo sin pagar por el alojamiento. Así, sin anestesia, parece que esa locura sobrevive a muchos obstáculos. Somos ya más de 25.000 miembros en casi 200 países de 5 los continentes. Ya sobrepasa Servas los 70 años de vida apostando por un mundo mejor, más fraterno, respetuoso con el medio ambiente, más pacífico y menos violento. https://diario16.com/servas-70-anos-viajando-la-paz/
Añado algo del abuelo cebolleta servero que llevo dentro. La lista de miembros, a finales de los 70s, era un folio por las dos caras. Servas llegó a España porque un danés enganchó, en unos cursos veraniegos de la Universidad de Salamanca, a un grupo de profesores de primaria y de instituto madrileños. Eran desencantados del politiqueo, en la clandestinidad al franquismo, de dogmas del Partido Comunista (PCE).
En 1974, cuando se instaló la filial de Servas española, la policía (Brigada Político-Social) preguntaba a vecinos y en hogares de afiliados por qué entraban y salían tantos mochileros, siempre extranjeros, despeinados y sonrientes de las casas españolas. Pensaban que eran conspiradores, judíos o masones. Los primeros peacebuilders españoles aguantaron ese tirón. Imitaron a los que, en 1949, se congregaron en Aaskov (Dinamarca) e intercambiaron las señas de sus hogares para visitarse https://servas.es/ Ese fue el germen de una Servas por la que estoy feliz, porque palpita aquí.
Pues bien, en la década de los 90s del pasado siglo fue cuando conocí a Víctor. Poco después su entusiasmo por sumar y crear le llevó a ser Coordinador andaluz de Servas, entre 2000 y 2006. Como no podía ser de otra manera, ese tesón llegó hasta la Presidencia española. Algunos de quienes lean estas líneas o estén cerca recordarán un hito atribuible a Víctor. No se ha repetido en nuestra ya intensa historia española.
En Servas España casi 300 personas logramos reunirnos, desde más de 40 países, en un recóndito camping de La Carlota (Córdoba) en 2002. Era Presidente el genial Luis Miguel Avendaño. Recuerdo nítidamente cómo se desbordó la asistencia gracias al imán de Víctor. Ante los inesperados asistentes veía soluciones, no problemas. Todos nos alojamos sin problema. Y compartimos la buena mesa, caldos -a los que tan aficionado era nuestro homenajeado- junto con el mejor flamenco de peña que disfrutamos.
De Víctor añado que, si había algún muro, su tesón lo saltaba. O buscaba con la vista alguna escalera; o hacía un hoyo para superarlo por debajo. Víctor simbolizaba, y esto es opinión, el genuino espíritu de Servas. El de la grandeza de horizontes. El de reivindicar el sueño de la paz mundial mientras sufrimos como propias las guerras que aún disparan, matan, hieren y exilian a nuestros congéneres. Y debo ese sentimiento a mi pasado de objetor e insumiso al Servicio Militar Obligatorio-SMO felizmente extinguido desde 2001. Esa rebeldía me condujo a estar en ‘búsqueda y captura’ policial tras ser prófugo a la forzada mili. Me exilié en Venezuela y Colombia durante 2 años hasta ser declarado ‘inútil total’ para el SMO. Esta gran verdad, os lo aseguro, no me crea complejo alguno. Ser incapaz de aprender a matar o vestir el uniforme bélico es un orgullo.
Lo más fascinante de Víctor en Servas fue que la mochila del viaje no pesaba nunca. Compartir las tareas que encomendaba era siempre liviano. Ir a almuerzos o cenas de ‘traje’ (yo traigo esto, tú traes lo otro…) era cita obligada, cuando él apadrinaba la convocatoria. Su mirada, su sonrisa, su palmadita en la espalda estaban ahí para sumar, para ir adelante. Para construir.
Mientras fue Víctor líder español de Servas la militancia casi se duplicó, se consolidaron los encuentros estatales como rito anual a los que se suman numerosos invitados foráneos. En Andalucía dejó el listón tan alto que su ascenso a la presidencia española dejó un vacío. Lo relleno un equipazo donde espero no dejar nadie fuera: Ángela Villanueva, María José Malpica, Marsalis Valverde, Teresa Rivera. Ahora lo lidera Nati Ramírez. ¡Qué alegría!: mayoría femenina.
Lo personal, lo cercano
Al reiterar que me atrapaba el tesón y carisma de Víctor, debo confesar también que sobre su persona no soy neutral. Me considero su amigo y él me correspondió suficientemente. Fascinante me resultaban sus contradicciones y paradojas. Lo que es un pasivo que lastra a la mayoría, en Víctor era un activo del que hasta presumía. Y lo afirmo porque cualquiera arrastra incoherencias. Me explico, no obstante, para evitar malentendidos.
Contaba, entremezclando risas irónicas, que fue de los primeros en divorciarse en España. Fue poco después de la segunda Ley del Divorcio de 1982. Intentó salvar el matrimonio yendo a terapia con un amigo común, Fernando Díez de la Cortina junto a otras parejas en crisis. El psicólogo hacía lo que podía, hasta que acabó divorciándose él también tras hablar mucho con Víctor. No sé si aquella sonrisa me intentaba convencer de que la pareja, el sentimiento amoroso, tiene caducidad. Como detective en ejercicio desde hace casi 40 años le entendí. Especialmente porque intuía que Víctor es hombre del que cualquier mujer puede enamorarse fácilmente. La mente femenina entenderá esto mejor que quien lo escribe.
A nuestro sevillano irrepetible encantaba invitar a cenas colaborativas en su casa. Fui a varias. Su casa, su libertad hogareña, está cerca de la antigua cárcel de Sevilla (La Ranilla). Allí percaté el maridaje entre touch of class que definen los angloparlantes y el charme galo de la elegancia personal. Víctor era el anfitrión perfecto. Cuidaba hasta el último detalle.
Sus palabras eran siempre justas, adecuadas, lógicas ¡locamente sensatas!. Intento devolvérselas en gratitud al legado que me regaló el amigo. Un día Víctor me cuenta orgulloso, en una de las muchas tertulias y encuentros que tuvimos en lugares especiales (Carbonería, Bodeguita Morales, Díaz Salazar), que era parte de un comando de ‘yayoflautas’.
Integrado en grupo de jubilados, se colaba en sucursales bancarias vociferando contra el abuso. Me encantaba el entusiasmo que añadía a su relato. Me pedía el cuerpo, con envidia sana, ser parte del comando. Sus únicas armas eran bocinas y gritos sobre los atropellos de la codicia del capitalismo más salvaje.
Llamativamente, y a la contraria, refería cosas positivas del capitalismo. Era paradójico sobre sus confesas ideas podemitas. Recalcaba que tenía cuenta bancaria en Suiza. Invocaba que era un país seguro. Su hija Laura matizó, cuando le preguntaba para elaborar un obituario que publiqué en ELCORREOWEB, que la cuenta apenas tenía saldo. La declaró, desde el minuto uno, al fisco patrio. Entiendo, pues, que eso era parte de la guasa sevillana de Víctor. Todo esto me parece genial.
Deseo compartir que, de nuestro homenajeado, emergía sustantivamente un alma emprendedora. Tuvo que superar muchos obstáculos, luchar su presente y el futuro con denuedo. El hambre de la posguerra, la España aislada del mundo que nació sobre una guerra fratricida activaron su espíritu de buscavidas. Esa parte de sus confidencias me hermanaron con historias personales que todos los españoles tenemos. Le debemos gratitud a nuestros padres y abuelos, y a gente como Víctor, que lo pasaron muy mal, vivieron con estrecheces y privaciones en los 40, 50 y 60s del pasado siglo. Esa España en blanco y negro nos ilumina en el color que nos das todo, al alcance de la mano. Víctor fue testigo de la pobreza y el hambre.
Recorrió miles y miles de kilómetros viajando como comercial, gerenció un macro almacén de huevos y fue de los pioneros en implantar franquicias de telefonía móvil, cuando nadie daba un duro y desconocía lo que ahora integra nuestro cotidiano. Su destartalado Volvo lo acabó vendiendo. Los viajes del Víctor ya jubilado eran siempre de ida.
El viaje de Víctor por el mundo fue largo, con muchas etapas e intenso. Cuando se incorporó a Servas ya tenía kilometraje. Él llegó cuando un reportaje de EL PAÍS multiplicó la afiliación en los 90s, poco después, o antes, de existir nuevas y geniales iniciativas que maridan viajar y hospitalidad (Couchsurfing, Be Welcome, Hospitality exchangue), el fenómeno colaborativo o el del low cost de viajar (Airbnb, Ryanair….).
Víctor no compartió su entusiasmo sólo en Servas. Se repartía en muchas causas y era inversor con buen ojo. Gracias a su experiencia, compré dos apartamentos en el Hotel Meliá Costa del Sol. Allí, una comunidad propietarios alquila el negocio a la multinacional hotelera.
En ese establecimiento con Víctor compartí eventos y fiestas. Él era conocido y apreciado por la plantilla hotelera. Allí iba, en invierno, para desintoxicar su cuerpo de la química que nos mete, entre pecho y espalda, la industria alimentaria. Llenaba su habitación de cajas de uvas y agua mineral. Pasaba semanas como ermitaño con tan saludable dieta vivificante (uvas y agua). Paseaba su señorío personal con Concha por esa costa malagueña tan maravillosa. Víctor siempre estaba cerca del caldo de la uva.
Otra vez me lo encontré, sorpresivamente, en el balneario de Alange. (Badajoz) y en el Meliá Castilla 5* de Madrid. Estaba a lo mismo que servidor. El lujo del alojamiento y aguas termales que los romanos descubrieron allí era el pretexto del viaje. A Víctor y la inseparable Concha podías encontrártelos en cualquier lugar. Eran ubicuos.
No podía obviar hoy y aquí las palabras de Laura, hija de Víctor, cuando le pedí me definiera en pocas palabras a su padre. Su rápida respuesta fue: ‘… [era] bueno, amable, gran amigo y padre, con principios y una ética intachable, generoso…’ Intuyo que se le agolpaban palabras gratas por ser la hija de un ser que a nadie dejó indiferente.
Concha, su última pareja, me emocionó agradeciendo mis palabras en ELCORREOWEB. Debo decir, por aquello del ego, que el obituario tuvo muchísimas lecturas y ‘likes’ en RRSS. Me explicaba [Concha] que contrató un taxi desde Córdoba para despedirse de su amado días antes de su fallecimiento.
Me escribía por la pantallita del móvil, esta que nos tiene enganchados: ‘…fue maravilloso el ratito que pude estar con él. Pude acariciarlo, besarlo y hablar con nuestros ojos de nuestros mutuos sentimientos… le quería con toda mi alma…’
Perdonen, ante tales palabras: ¿Quién soy yo para hablar y escribir de Víctor? Ante los testimonios de Laura y Concha debo quitarme el sombrero. Ante el ejemplo, el legado, la amistad, tolerancia, esfuerzo, empatía y qué se yo cuántas cosas más me quito el sombrero también. Debemos estar orgullosos de haber conocido, de haber coincidido con una persona que aporta; repito, que suma.
Incluso, me atrevo a decir por último que mandaba muy bien, su autoridad era digna de ser respetada. La eficacia y el talento le añadían sello propio. Víctor, para la modesta opinión de este juntaletras, era como pronosticó nuestro universal paisano Antonio Machado: ‘…en el buen sentido de la palabra era una buena persona…’.
Eso y más fue Víctor. Estas son mis palabras para él. DEP
¡Gracias, Maestro!.